sábado, octubre 31, 2009

OPEN GRAVES: ¡Mamá, quiero ser guionista!




    Tuve la oportunidad de asistir en primicia al estreno de esta película española en el pasado Festival de Cine Fantástico y de Terror de Estepona, del cual sin duda ya hayan leído abundantes laudos, panegíricos y ditirambos por webs y blogs, por más que a mí me pareció una reunión de amiguetes cutre, chapucera y mal organizada (tal vez hable de ello en otro momento).
¿Qué puedo añadir? Que la película tuvo el honor de abrir el festival, que a tenor de su calidad bien podrían haberlo iniciado con un anuncio de laxantes (igualmente doloroso, pero más breve), y que si esto es el cine de terror que España puede dar, mañana mismo inicio los trámites para hacerme súbdito nepalí.

    Pero al meollo.

    Ábrese la peli con unos breves planos de algo que se supone que es una cámara de torturas de la Inquisición, alternándose con otros que muestran con todo detalle (y brevemente, que para algo estamos en la era MTV) las torturas que unos monjes infligen a una desdichada bruja (le cortan los pezones, le arrancan las uñas...). Quitando pequeños detalles como que la Inquisición Española era más un instrumento de control y represión política que no de persecución de la brujería; que en la vida real hasta tenía ventanas en sus edificios, en lugar de andar sus miembros de sótano en sótano y tiro porque me toca, cual bodegueros; y que vistan hábítos de guardarropía (que así se parecen a las vestiduras del Santo Oficio como un noruego a un bosquimano) son pequeños detalles sin importancia. Con posterioridad sabremos que la bruja torturada se llama, a la sazón "MAMBA MASAMBA" (e máis trabalhar), y que la torturan por causa de una caja (cuya tapa ostenta una libélula grabada) que un monje se dispone a echar al fuego (un fuego tan raquítico que malamente podría consumir un periódico, y mucho menos la caja en cuestión, de tamaño bastante respetable). El monje (trapense, benedictino o cofrade de Nuestra Señora del Abrigo de Pana, vaya Vd. a saber) se lo piensa mejor y se... la... guarda (la caja, malpensandos), supongo que para que pueda haber película. Fundido a negro y...

¡TÍTULOS DE CRÉDITO! ¡MÚSICA ROCK! ¡ACTORES DESCONOCIDOS! ¡ELIZA DUSHKU! (una secundaria de la triste serie BUFFY, CAZAVAMPIROS)

    Se disuelve el fundido y vemos cómo unos pescadores sacan un cuerpo despellejado del agua. Un inspector de policía lo examina. El cuerpo abre los ojos y grita. Fundido a negro (el segundo en menos de un minuto) y...

    Se disuelve el fundido y vemos al protagonista: Jason: rubio, surfero y yanqui, con su amigo Tomás (el típico latino ligón, gesticulante y "gracioso") que (parece ser) están disfrutando de unas merecidas vacaciones tras terminar la universidad, y se la pasan surfeando en el Páis Vasco (en alguna escena se reconoce la ermita de San Juan de Gaztelugatxe). Allí ven a una misteriosa y hermosa morena que, según el amiguete del prota, "ha preguntado por él". ¡Misterio, intriga, dolor de barriga!

    Esa misma tarde, Jason, Tomás y una de las novias de éste se van a ver un mercadillo de esos donde los perroflautas antisistema te clavan 30 euros por un costroso collar de cuero y conchas. Jason, porque lo ha leído en el guión llevado por una misteriosa fuerza, se mete en una tienda (que no tiene letrero ni mostrador ni ná) donde un mutilado sin piernas (Alex O'Dogherty) le suelta tal discurso anti-yanqui que no parece sino que por error se ha metido enl a sede local de Izquierda Unida. Cuando Jason, lógicamente mosqueado, se dispone a largarse, el inválido (que responde al hispano nombre de "Mardek") ve una libélula posarse en una bombilla y, súbitamente, se disculpa y le regala como muestra de buena voluntad... adivinen... ¡sí, la caja del principio! (la libélula, ¿lo captan?). Jason, que como buen yanqui, debe encontrar muy europeo que primero te culpen hasta de la muerte de Manolete y después te regalen una antigüedad de hace cinco siglos como desagravio, acepta el regalo sin inmutarse (o eso o el actor es un carapalo... ¡oh, wait!)

    Se siguen minutos de aburrimiento en los que los tres colegas se toman unos cafés y abren la caja, que resulta que contiene un juego de mesa la mar de coqueto y resultón, con dados, cartas de azar y toda la parafernalia. Así que uno no sabe si a la bruja la mataron por bruja o porque la Inquisición ya se olía que el MONOPOLY era cosa del diablo.

    Resumiendo, que esa misma noche se montan una fiesta en la playa con disck-jockey, copas y mujeres fáciles (y sin que ningún ertzaintza pase por allí a pedirles el DNI); Tomás presume de que se está cepillando a dos tías a la vez, aparece "la otra", le hace una mamada porque está enfadada de que siga con "la una" (sí, parece que el guionista quiere que nos creamos lo de la bruja haciendo que la vida cotidiana sea todavía más improbable); como Jason es un chico moderno, sensible y esas cosas se va a estar solo y a meditar sobre lo fugaz de la existencia en este mundo tan banal; aparece la chica misteriosa, le dice que si juegan al teto, y él,
que es tonto, va y lo entiende literalmente, saca el juego, la abre y llaman a sus amiguetes para que jueguen también. Así que de repente ya tenemos la pandilla completa de amigos de la universidad: un norteamericano, un latino genérico, la rubia que es "la una" y que no sabemos de dónde es, un vasco (del que no sabemos que es vasco), otro que no sé si es vasco, pero vive allí; y "la otra", que es una italiana (para mí que eso en vez de la uni era la ONU).

    Comienzan a jugar y a coger cartas de azar, las cuales están escritas en verso... en inglés (sí, una bruja española crea un juego de mesa que plagia a JUMANJI y que además tiene versos en inglés, ¡no me digan que no es lógico ni plausible¡). La cuestión es que al que le salga una carta con versos hablando de una muerte horrible y rematada con VAE VICTIS!, se va del juego. Al primero que le toca la china (o la bruja) es al vasco (que no se sabe que es vasco); como ya no pinta nada y jugar y hablar es algo que no son capaces de hacer al mismo tiempo los personajes, lo envían por más cervezas a casa de Tomás, el cual le deja su coche amablemente (sí, lo envían por bebida a donde Cristo perdió las llaves cuando en la playa de al lado se han dejado montado el mini-bar entero).

    El vasco (del que no sabemos que es vasco) se hace con las cervezas pero, la naturaleza obliga, siente unas súbitas ganas de mear. En vez de ir al baño en casa de Tomás decide, en un alarde de intrepidez y mala educación, irse a mear al borde de un acantilado que por ahí estaba, de cuyo abismo sólo lo separa un alambre... de espino (supongo que para disuadir a los que tengan tentaciones de robar... ¿el qué?). Mientras dejamos al vasco (del que no sabemos que es vasco) miccionando vascamente muy a su sabor, aparece de nuevo la libélula de antes, que así como quién no quiere la cosa, se lanza contra el vasco del que no sabíamos que era vasco y que todavía estaba terminando de vaciar su vasca vejiga.

    Como los vascos tienen genéticamente implantado el sentido-araña de Spiderman, oye cómo se le echa encima la libélula, a lo que reacciona con pánico extremo (y por lo que podemos colegir, dejándose la chorra fuera), como si en vez de un insecto se le echase encima Falete hasta las cejas de Viagra. Retrocede, se cae por el barranco, y consigue agarrarse al alambre de espino (¡auch!). A continuación tenemos un bochornoso intento de crear suspense mediante un montaje paralelo en el que vemos: a) al vasco (que no sabemos que es vasco) deslizándose por el alambre; b) sus amigos jugando; a) al vasco deslizándose y pidiendo socorro; b) sus amigos jugando; a) al vasco pidiendo socorro y deslizándose, b) sus amigos jugando; etc... como si no supiéramos que es carne de cañón (como en esta película no hay negros, asiáticos ni chicanos, se ve que los euskaldunes hacen el papel de minoría étnica prescindible). Finalmente cae, muere y unos cangrejos devoran su cadáver (con lo cual se las arreglan para plagiar de una tacada EL MÁS ALLÁ, LA NOCHE DE LAS GAVIOTAS y DESTINO FINAL, difícil proeza, en verdad). Mientras, sus amigos juegan y a todos les va tocando más tarde o más temprano una cartita de VAE VICTIS... pero interrumpen la partida, cuando sólo quedan dos jugando, porque se caen de sueño.

    Al día siguiente, el policía aquel del principio aparece para decirles que su amigo ha muerto, que parece un accidente, y que blablabla (es decir, que en el País Vasco los cangrejos antropófagos forman parte de la fauna autóctona). Todos acuden al entierro y... ¡por fin sabemos que es vasco!, porque vemos la lápida con el nombre completo del fallecido y sus dos apellidos... vascos.

    Como los personajes son así tirando a limitados (intelectualmente hablando), son incapaces de conectar los versos de la carta con la muerte de su amigo. ¡Claro, como no se limitaba a poner "Te meterás una hostia y los cangrejos te cenarán. Jódete." sino que lo hace en verso, pues la cosa está difícil! Abrumados por el dolor, Tomás y su novia "la una" se van al aserradero donde trabaja el otro amiguete que es de la zona (y del que creo que ni nombre tiene) para que el primero le saque fotos a su churri en poses insinuantes (sí, Tomás es un fotógrafo profesional aunque luego sus fotos sean penosas, y además no hay nada mejor después de un funeral que irse a sacar fotos a tu novia en bikini). El público se aburre durante cinco minutos y la sesión fotográfica termina.

Cuando vuelven al coche Tomás recuerda que se ha olvidado algo, y el amiguete sin nombre se ofrece a recogerlo él y llevárselo más tarde... con lo que se queda sólo en un aserradero, que es un sitio con muchas cosas que hacen pupa. Cuando vuelve, las sierras se ponen en marcha, las máquinas se mueven y... ¡no pasa nada! Por si la película ya tenía poca lógica, el guionista ya lo echa todo a la venta de la Zarza, pone sus pies en alto y decide que, de ahora en adelante, todo vale y nada importa. De repente dos serpientes (CGI's que avergonzarían a un MSX) aparecen ¡VOLANDO! de la nada, y muerden al desdichado por doquier. Se pone rosa, malva, morao de tanto sufríh y expira.

    Se llevan al cadáver a la morgue, aparece el policía, le echa un vistazo y asegura "Eso son picaduras de mamba negra". Yo no sé qué pasa en la ficción, que llega House, te mira y te detecta un lupus, y llega un policía, te mira y te dice qué bicho te picó, cuándo, la alineación del Rayo Vallecano y la receta de la tarta de queso de su abuela. La forense, en vez de mandarlo a paseo, sólo le dice que la mamba es un bicho que vive como a tomar por saco a mano izquierda, pero que si él lo dice, que sí, que un tío ha muerto envenedado por una mamba negra en Euskadi, y que de paso se ahorra hacer autopsia que siempre es un coñazo.

    La siguiente víctima es "la una" que de repente se vuelve vieja y fea y decrépita (según la carta que le tocó, eso significa "que se la llevará su lado oscuro", lo cual viene a demostrar que las cartas son como las Centurias de Nostradamus, que significan una cosa y la contraria). Su novio se lo toma un poco a mal, que eso de acostarse con una mozuela y levantarse con una vieja no le ha pasado ni a Dinio, así que deciden buscar... ¡en Internet! información sobre la bruja y su juego.

Gracias a Dios, en vez de Google en la película existe un buscador llamado "Ulysses" que es la leche en verso, porque le teclean "Mamba Masamba" (e máis trabalhar) y ya en el primer enlace le viene completa la historia de la bruja, del juego, de por qué ella era rebelde (porque el mundo la hizo así), expansiones oficiales, spin-offs y otras zarandajas. Los personajes, que tienen la decencia de leerlo en alto para que los espectadores nos enteremos de todo y el guionista se ahorre el escribir una buena historia, nos informan de que el juego le concede su deseo más preciado al ganador, y de paso le da matarile a todos los que pierden la partida.

    Mientras de esto se enteran, la italiana decide poner pies en polvorosa; se mete en su coche, mete la quinta y se larga echando chispas para su tierra, al tiempo que coge el móvil, llama a su madre y, entre lágrimas, le dice que vuelve a casa... en coche (de Bilbao a la frontera franco-italiana, 1000 kms de nada). Como está llamando por teléfono, no ve cómo un camión cargado de gasolina se le echa encima; ambos se estrellan, caen unos cables eléctricos por ahí, se derrama la gasolina, todos arden y ella muere atrozmente. (DGT INFORMA! CONDUCTOR: SI HABLA POR EL MÓVIL, LE CAERÁ ENCIMA UNA MALDICIÓN DE CUATRO SIGLOS Y MORIRÁ DE MUERTE CRUEL!)

    Ya sólo quedan Jason, Tomás y la misteriosa chica del principio (a todo esto, Erica es su nombre). Como ya empiezan a estar enfadadillos, se van a la tienda polvorienta del principio, que sigue polvorienta, pero esta vez sin nadie. Preguntan en el pueblo por el nombre del dueño y su dirección, se la dan, y van con un bate a partirle las piernas... alguna parte del cuerpo si no les da la información que desean. Allí se lo encuentran... ya perneado y feliz, pero con un buen par de palos lo llevan de nuevo por el buen camino, y éste les confiesa que para que el deseo se cumpla, no llega con completar el juego, sino que además se lo tienen que pasar a otra persona, y que el cuerpo despellejado del principio era el de su hermano, que también jugó (aunque de ese cuerpo ni Jason, ni Tomás ni Erica han tenido la menor noticia en lo que llevamos de película).

    Liando más la cosa, el detective aparece de improviso en casa de Tomás (la cual lo mismo está perdida en medio de ninguna parte, que al lado de todo el mundo, según le convenga al guión), exigiéndoles que le entreguen el juego (el por qué, nunca queda claro). ¡Para ser un juego misterioso del que nadie sabía nada, al final resulta ser más conocido que el mus!
El detective se lleva a Tomás secuestrado, con la amenaza de que, o le dan el juego antes de una determinada hora, o se lo carga inmisericordemente. ¿Y qué hacen Erica y Jason? Pues jugar como locos a ver si acaban la partida antes de que expire el plazo (y si no, lo siento Tomás... total, ibas a palmar de todas todas, que te lo decía la carta). De hecho, Tomás muere al enzarzarse en una pelea con el detective.

    Juegan un rato, Jason llega al final y tiene que enfrentarse a una variante del clásico enigma de los dos guardianes, sólo que esta vez en vez de guardas son las dos cabezas de serpiente que coronan el juego... con el pequeño fallo de que esas cabezas NO HABLAN (con lo cual la solución al enigma es imposible). De todas maneras, Jason acierta porque el guión lo quiere es muy listo,  y formula su deseo.

    No pasa nada.
    Ahora aparece el nuevo bochorno. Erica deduce que para que el deseo se cumpla, no sólo tiene que haber ganado la partida, sino que además tienen que morir todos los demás participantes... ¡pero a ella no le ha salido ninguna carta de muerte! ¿De dónde demonios se sacan ahora esa regla ridícula? Claro, si no, no hay ethos ni pathos, ni momento supuestamente dramático, pero al menos se agradecería que el guionista hubiese tenido la decencia de no sacarse reglas nuevas del culo cuando le viene en gana.
    Por hacerlo breve: ella quiere sacrificarse, él no quiere que se sacrifique, se miran, se desean, se besan, se van a la cama, consuman el ayuntamiento carnal y, mientras él duerme, ella se va a la playa y se suicida ahogándose.

    Jason se despierta, grita su nombre, corre a la playa, llora, y esas cosas. En ese momento aparece el detective (que ya estaba aburrido de esperar a que le entreguen la cajita de las narices) y la exige por las malas. Jason, que sabe que ha ganado el juego, que ya no queda nadie vivo, y que para que se cumpla su deseo sólo tiene que dársela a otro... ¡se niega! ¡Pero vamos a ver, alma de cántaro, que te están poniendo la ocasión a huevo! Pero nada, se ve que sus antepasados también eran vascos, porque a terco no le gana nadie al chavalín. Hay una pelea con el previsible resultado de que el policia muere por su propia arma.

¡Súbitamente, el mar se enciende con una luz misteriosa! Para cachondeo del personal, la propia Mamba Masamba (e máis trabalhar) surge de las aguas (¿por qué de las aguas? ¡Ah, misterio!), con unas alas de libélula tan ridículas que parece la versión XXL de la Campanilla de Peter Pan; de hecho todo el cuerpo es un CGI ridículo al que le superponen la cabeza de... ¡Eliza Dushku! ¡Sí, amigos, no sólo el juego se cumple cuando por fin muere EL QUE NO ESTABA JUGANDO AL JUEGO, sino que además Mamba Masamba y Erica tienen la misma cara! (porque en ningún momento se ha insinuado que fuesen la misma persona, ni nada por el estilo, y de serlo tampoco tendría sentido el argumento). Ella le promete el oro y el moro, pero Jason, noble como él sólo, pide "Volver a una semana antes".

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...
......
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    Sí, repasemos: se han muerto todos sus amigos, la chica que le gustaba, y casi le mete un tiro un policía desequilibrado. Podría pedir, no sé, que el juego nunca hubiese existido, que todos sus amigos volviesen a estar vivos, o que Sega resucitase la Dreamcast. Pero no, se limita a pedir "volver a una semana antes". La bruja le cumple su deseo y...
¡Oh, sorpresa sorprendente!, volvemos al principio de la película, con Jason y Tomás en la playa. Y por si al espectador no le queda claro, el director nos obsequia con la repetición de las escenas más importantes de la película, durante los últimos... ¡diez minutos! (¿Qué, Álvaro, es que la película no llegaba ni a hora y media de duración?) Fundido a negro y...

¡MÚSICA ROCK! ¡TÍTULOS DE CRÉDITO! ¡ABURRIMIENTO Y ARCADAS!

Título alternativo: ¡CLOSE GRAVES! (¡que si no, se nos aparece una peli española!)

domingo, mayo 04, 2008

O VERAL:"RUTA DAS CHOUSAS"

O Veral es una parroquia cercana a Lugo (por la carretera de Friol), en la que la Xunta de Galicia tiene una piscifactoría y un "Centro de Interpretación da Natureza", y en donde se ubica una sencilla y agradable ruta senderista.

Llegar no es difícil, basta con salir de la N-540 de Lugo cogiendo sentido Friol, como muestra este mapa:


Ver mapa más grande

Justo donde está el destino el carril se desdobla en dos, pues AHÍ se gira a la izquierda, se baja una pendiente, y ya se está en O Veral, listos para comenzar la ruta senderista, conocida como RUTA DAS CHOUSAS ("chousa" es una palabra gallega que designa a aquellas parcelas cerradas de monte, tanto particulares como individuales, que se usan primordialmente para recoger leña, hierba para el ganado o, menos frecuentemente, para labranza).

Una de las primeras chousas del camino.


Otra chousa con un carballo haciendo de límite


Vista superior de una cantera de granito abandonada, en la que se ha formado además una charca cenagosa.


El laberinto del fauno.


Dos vistas desde el camino



El puente sobre el río Mera


El río Mera crecido por las lluvias


P.D: Gracias, Paz :)

miércoles, agosto 15, 2007

El juego que Atari nunco pudo distribuir en España...




Esta pequeña tontería ha sido creada desde www.labelmaker2600.com , donde, subiendo un archivo .jpg que tengamos en el disco duro, podemos crear una carátula fingida de un videojuego de Atari 2600. No hay muchas opciones, pero el resultado queda simpático. Una vez creada la imagen, hay que bajársela al ordenador propio, ya que la página borra automáticamente las carátulas a las 6 (seis) horas de creadas.

Friki que es uno. :D :D :D

domingo, mayo 20, 2007

THE WICKER MAN o TOMÁS MORO DEL REVÉS.

Ante todo querría aclarar que voy a hablar de la versión clásica dirigida por Robin Hardy, y no al remake dirigido por Neil Labute y protagonizado por Nicholas Cage (versión que mis principios me impiden padecer... digo, ver).



Es THE WICKER MAN una película casi desconocida en España, no ya porque nunca se haya distribuido (responsabilidad de nuestros delictuosos distribuidores, que mientras olvidan ésta y otras joyitas, nos castigan con bodrios como SOÑANDO, SOÑANDO, TRIUNFÉ PATINANDO), sino porque 1) es una de las últimas obras estimables de una industria, la británica, que estaba entrando ya en coma profundo, pasando bastante desapercibida; y 2), siempre se ha considerado que pertenecía a un género, el fantástico, que en España nunca ha conseguido superar los muros del guetto intelectual, muros muchas veces erigidos por los propios encerrados en su interior, que se obstinan con ahínco en evitar que, o bien entren influencias externas, o bien salgan al exterior obras "suyas" para que puedan ser disfrutadas por el público infiel y pagano que no adora a Fisher o Carpenter. Muchas veces el peor enemigo del fantástico es el fan cerril.

Esto último resulta tanto más irónico, cuanto que THE WICKER MAN no es en absoluto una obra fantástica, antes bien, es una cruel sátira swiftiana que lanza dardos envenenadísimos contra la sociedad británica, aunque buena parte de su contenido es extrapolable a cualquier país, mérito de su guionista Anthony Shaffer (autor también de LA HUELLA), que nos hace olvidar la plana y sosilla dirección de Robin Hardy.

La trama transcurre, como la UTOPÍA de Tomás Moro, en una isla ficticia, llamada Summerisle (literalmente, "Isla-del-verano", clara alusión a su carácter edénico). La película comienza, de hecho, con un burlesco rótulo que agradece a "The Lord Summerisle and the people of his island off the west coast of Scotland for this privileged insight into their religious practices". Shaffer no pretende hacer pasar por verdadera una localización tan evidentemente quimérica, sino dejar patente desde el primer momento una ambientación, una localización que representa el culmen de la periferia respecto de la Gran Bretaña urbana. Darryl Jones, en su libro "HORROR: a cultural history in books and cinema", dedica un capítulo entero a tratar la idea de lo "no-británico" en la narrativa y cine de género como corporeización y portador del Mal, y cómo esta idea se plasma frecuentemente en la concepción de las zonas periféricas del Imperio (Irlanda, en las historias de LeFanu; Gales, en las novelas CANDLELIGHT o LA GUARIDA DEL GUSANO BLANCO, o en la película de Whale EL CASERÓN DE LAS SOMBRAS; y Escocia, sobre todo debido a las numerosas adaptaciones más o menos fantasiosas que trataron de la vida criminal del highlander caníbal Shawney Bean) como zonas en las que perviven supersticiones y ritos paganos, antítesis de la britanidad culta y cristiana.
Anthony Shaffer continúa esta tradición exacerbando el carácter excéntrico de Summerisle: no sólo pertenece a la periférica Escocia; además es una isla "off the west of Scotland", es decir, más alejada incluso que las islas Shetland o las Hébridas. En resumen, es la periferia de la periferia. Y a esta isla, buscando a una chiquilla desaparecida, Rowan Morrison, llega el representante prototípico de la autoridad gubernamental (y tiene que llegar en hidroavión, dado el aislamiento del lugar): el sargento de policía Howie, que además de destacar cada dos por tres ante los lugareños que él viene de la "mainland", es decir, de Tierra Firme, es un puritano convencido. Ciertamente es un personaje que se hace antipático por su rigidez dogmática, a pesar de estar adornado de virtudes como un cierto coraje, la decisión y tenacidad.
Las primeras pesquisas del sargento son infructuosas, ya todos dicen desconocer quién sea la niña desaparecida; la propia madre dice no tener ninguna hija llamada Rowan y, ante el asombro del policía, le muestra a la hermana menor diciendo que es su única descendiente. Pero el primer contacto real con las peculiaridades isleñas lo tiene en la posada del pueblo, donde los lugareños saludan a la hija del posadero (una sensual Britt Ekland) con una canción obscena, ante la sonrisa condescendiente de su propio padre. La posada está adornada con numerosas fotografías de las diferentes cosechas de Summerisle, principalmente manzanas (producto por el cual es famosa la isla) y, sin embargo, la cena que sirven al policía se compone de verduras envasadas, y no hay manzana para postre, sino... melocotones de lata. Más tarde, decidido a explorar el pueblo por la noche, el sargento se encuentra con la imagen blasfema de varias parejas de jóvenes fornicando en el cementerio del pueblo (salvo una mujer desnuda que llora, desconsolada, sobre una tumba). Si tenemos en cuenta que la juventud isleña hace gala de unas melenas y de unas ropas, digamos, coloristas, podríamos pensar que lo que se nos muestra es la idea limitada y torticera que una mentalidad conservadora tendría del movimiento hippie. Vuelve el sargento turbado a la posada, sólo para contemplar desde su ventana cómo un personaje que se mantiene en la sombra llama a la hija del posadero y le hace entrega de un joven para que ésta lo desvirgue.
Las sorpresas continúan al día siguiente. El sargento Howie, buscando pistas sobre la niña desaparecida, se dirige al colegio del pueblo (en un anacrónico carruaje), y por el camino contempla a la población de Summerisle dedicada a varios ritos paganos de fertilidad. Así, ve a mujeres desnudas brincando sobre una fogata para ser fértiles, y a los niños del pueblo danzando alrededor del Poste de Mayo (antigua tradición popular que celebraba la llegada del buen tiempo). El policía, cuya moral puritana le hace abominar de cuanto ve, no sale de su asombro cuando en el aula infantil la profesora explica a a las impúberes alumnas que el Árbol de Mayo es un símbolo fálico. El sargento Howie, después de exclamar si es que acaso esas niñas no saben nada de Cristo (y la cara de extrañeza de las chiquillas al escuchar ese nombre que no les suena de nada es antológica), procede a preguntarles por Rowan Morrison, sin resultado. Obstinado, rebusca en todos los pupitres hasta dar con la lista de la clase que la maestra guarda, y en la que sí aparece el nombre de la desaparecida. La maestra decide entonces llevar al sargento fuera y le explica que en la isla se cree que cuando alguien muere su alma va a parar de nuevo a las aguas, los árboles, al aire. El sargento pregunta si no les instruye en la verdadera religión, y lo que la maestra replica que les resulta más difícil a los niños creer en la resurrección al fin de los tiempos, que en la reencarnación, para espanto de nuestro protagonista. Es precisamente su propia obsesión religiosa la que hace que el policía crea a la maestra, tan convencido está ya de la depravación pagana de la isla, y no se percata de que tal vez haya otros designios tras la misteriosa desaparición de la niña Morrison.
A continuación decide visitar al gobernador de la isla, Lord Summerisle (el magistral Christopher Lee en una de sus mejores interpretaciones), el cual le explica el origen de las prácticas paganas de la isla, además de obsequiar al espectador con algunas de las mejores líneas de diálogo de la película, envenenados dardos al cristianismo. Así, cuando el sargento vuelve a su tema recurrente de por qué Lord Summerisle ha dejado desaparecer el culto cristiano, éste contesta colocialmente que el Dios de los cristianos “had His chance […] and blew it” (traducible como "tuvo su oportunidad, y la cagó"). El sargento Howie no ceja y continúa diciendo que las prácticas paganas son un conjunto de paparruchas y un sinsentido, a lo que repone Christopher Lee que no lo es más que creer en Cristo "He himself the son of a virgin impregnated, I believe, by a ghost". Mas, al fin y al cabo, ¿de dónde proviene este retorno al paganismo? Lord Summerisle mismo explica cómo su abuelo, un reputado perito agrónomo de la época victoriana, llegó mucho tiempo atrás a la isla, por aquel entonces una isla baldía e inhóspita en la que sus habitantes malvivían de la pesca, a pesar de contar con una tierra fértil. El abuelo Summerisle, dispuesto a crear un Edén, y para conseguir que los isleños le ayudasen en la tarea de transformar el paisaje, introduce una mezcla sincrética de viejos ritos paganos relacionados con la fertilidad y la sexualidad, con el doble objetivo de implicar ideológicamente a sus asalariados en el éxito de la empresa y, de paso, tenerlos más contentos y tranquilos que con el cristianismo que en todo ve pecado y blasfemia (y el propio sargento es una buena prueba).
Después de su infructuosa charla con Lord Summerisle, nuestro policía visita al médico de la localidad para buscar el certificado de defunción de Rowan Morrison. Para su asombro, aunque el médico le asegura que la niña murió por enfermedad, también le informa de que no hay certificados de defunción en la isla debido a sus peculiares creencias religiosas. Extremo éste que se ve desmentido cuando el sargento va al registro municipal y comprueba que SÍ se archivan las defunciones... salvo la de Rowan Morrison. La conclusión es clara, Rowan Morrison está viva. ¿Pero por qué? Instado por lord Summerisle, tras una nueva visita al mismo, el sargento Howie va a la biblioteca municipal a buscar información sobre el festival de primavera que se celebrará al día siguiente. El policía no puede dar crédito a lo que lee: tras un día de celebración, se sacrificará a los dioses paganos una víctima pura. ¡Para eso guardan a la niña!
Más tarde, ya de noche, una dura prueba aguarda al sargento. Britt Ekland, la hermosa hija del posadero (y que duerme pared con pared) baila desnuda en su habitación y canta una sensual canción, invitando al sargento a acostarse con ella, mientras golpea las paredes y diversas partes de su cuerpo. A duras penas consigue mantener el control y sobreponerse al cántico de las sirenas.
Ya al día siguiente comienza una frenética búsqueda de la niña por las calles del pueblo, ya en plena celebración, con los lugareños enmascarados, lo que crea una dificultad añadida. Así que al sargento no le queda más remedio que dejar inconsciente al posadero, vestirse en su lugar el disfraz de Polichinela que éste debiera vestir en la gran procesión pagana, e intentar salvar a la niña de una muerte cierta. O eso cree nuestro protagonista, que no tardará en enfrentarse al hombre de mimbre...

Tras el primer visionado de la película es fácil percibir un primer nivel de lectura, una feroz crítica a la religión en general. Para Shaffer queda claro que el pensamiento religioso es en general pernicioso, independientemente de la forma concreta que adopte.
El cristianismo del sargento Howie es un cristianismo integrista, incapaz no ya de comprender, tan siquiera de aceptar cualquier cosa que se salga de su estrecha perspectiva, obsesionada con el pecado (especialmente la lujuria). Es precisamente el obcecado puritanismo del sargento Howie el que le impide interpretar correctamente lo que observa en la isla: él sólo ve perversión pagana y lujuria desbocada en la desenfrenada sucesión de ritos de fertilidad que practica la población, incapaz de conectarlo con el hecho evidente de que una isla famosa por sus cosechas tenga que recurrir a verduras enlatadas para comer, o que no haya ni una de sus afamadas manzanas. Tales ritos no son más que desesperadas rogativas de unos fieles que esperan que la divinidad devuelva la feracidad a sus campos, iguales en intención a sacar al santo de la iglesia para que llueva; y del mismo modo que se saca al santo tantas veces como haga falta, los isleños practican incesantes sus ritos de fertilidad (fornicar sobre las tumbas, saltar hogueras en cueros, bailes alrededor del Palo de Mayo) con la esperanza de que tarde o temprano la cosecha vuelva a ser abundante. Convencido de su superioridad moral sobre los isleños, el sargento Howie no sospecha que entre las obvias contradicciones de los isleños respecto a la suerte de la niña haya más que mentes depravadas por el paganismo, incapaz de ver cómo estas pistas le llevan de un lado a otro al paso al son que toca Lord Summerisle; como son paganos, en resumen, para el sargento Howie no pueden ser inteligentes. Es su puritanismo rígido el que le impide comprender la terrible verdad del festival de primavera, sin duda porque para él, lector de la Biblia, todo pagano debe sacrificar niños a su Baal particular, aunque en el libro que lee en la biblioteca se explica todo sin ocultarle nada. Su rigidez moral le impele a rechazar los favores de la isla del posadero, ya que el sexo lleva a la perdición, cuando en esta ocasión es al revés, ceder a la carne hubiese sido su salvación, como hubiera podido deducir del libro si no lo hubiera interpretado a través de sus propios prejuicios.
Pero la religión pagana tampoco sale mejor parada. Los isleños son, a su modo, tan fanáticos como el sargento Howie, ya que practican con constancia digna de mejor causa unos ritos de fertilidad inútiles (como sabremos más adelante por Lord Summerisle, hace ya tres años que las cosechas son malas, y empeorando cada vez más), y, convencidos de que su religión es verdadera, participan con alegría y convicción en la barbaridad final, porque es lo que los dioses quieren, sin que Lord Summerisle (que sabe que las cosechas son malas porque el suelo está agotado por la agricultura intensiva, y que no hay milagro que lo arregle) haga nada por desengañarles, ya que su status como líder y gobernador de la isla depende precisamente de su condición de sacerdote supremo en Summerisle, y no puede destruir el paganismo sin destruir al mismo tiempo su posición de mando en la sociedad de la isla.
El mensaje es, pues, claro. No hay religión buena.

Pero también hay una segunda lectura: Summerisle es una visión metafórica de la propia Gran Bretaña, una UTOPÍA pervertida. De una isla donde Tomás Moro prefiguraba una sociedad perfecta sin los defectos de aquélla inglesa en la que vivió, vamos a dar a otra, creada por Shaffer, donde se nos muestran esos defectos aumentados y en primer término. Summerisle, una sociedad ubicada en una isla (como la propia Gran Bretaña), permanece ajena a toda influencia del exterior, continuamente vuelta hacia sí misma y sus propias tradiciones. Es, a primera vista, un lugar paradisíaco, lleno de verdor y hermosura, aunque realmente la tierra se esté volviendo baldía, y donde la mayor parte de la población es ruda e ignorante, y que pasa la mayor parte del tiempo en la taberna. Al igual que el Reino Unido, también en Summerisle el supremo regente es al mismo tiempo cabeza del gobierno y de la religión, su puesto está legitimado y justificado por la divinidad, pero al mismo tiempo, es precisamente la necesidad de conservar ese poder, o el temor a perderlo, lo que hace que el gobernante se niegue a eliminar los errores de sus ciudadanos; es, a un tiempo, detentador y prisionero del poder. Una religión, además, implantada por un concreto cálculo político y económico, que es mantener una estructura social jerarquizada y estable, firmemente sujeta en manos de la dinastía Summerisle (y no es casualidad que el fundador proviniese de la Inglaterra victoriana, aquélla que extendió su religión y la sumisión a la corona por medio mundo, a través del Imperio), y además de tener tranquilos a los lugareños, consigue que produzcan más y mejor (una cínica mezcla de Marx, Enrique VIII y Henry Ford). Una población que se rige por una religión inútil y arcaica, por la que son capaces de cometer atrocidades con la conciencia completamente tranquila. Ésta es la crítica feroz que Shaffer hace a Gran Bretaña

Ahora sólo queda esperar que algún distribuidor un poco menos ignorante (y no más ladrón) de lo habitual tenga un rapto de inspiración y comercialice esta película en España, con el cuidado que merece (es decir, una edición con extras dignos de tal nombre, como la espléndida edición estadounidense de Anchor Bay), y sin timarnos demasiado (demasiadas películas "de culto" hemos padecido y padecemos con precios escandalosamente altos). Luego se quejarán de que pirateamos.

lunes, enero 01, 2007

LA SOMBRA DEL VIENTO o CORÍN TELLADO meets SAX ROHMER (y II)

3. Estilo.

El estilo de Carlos Ruiz Zafón es, como se dice ahora "sencillo y directo", lo que traducido en cristiana lengua significa que sabe veinte palabras, diez verbos, y sus textos son simples variables combinatorias entre los mismos. Hay quien se llena la boca hablando de "las audaces metáforas de Carlos Ruiz Zafón", y ello sería cierto si no fuera por dos pequeños detalles: 1) que usa las metáforas sólo para describir fenómenos meteorológicos o atmosféricos (lluvia, niebla, los rayos del sol...), y 2) que todas sus metáforas son del jaez de "Un vapor de cobre se elevaba de las calles" (la niebla), "Hilos de cobre se colaban por las rendijas de la ventana" (rayos del sol), "en hilos cobrizos se deshacían las nubes" (la lluvia), y así todo es de cobre, cobrizo, cúprico o de cupro-níquel, de tal manera que no parece sino que el señor Ruiz Zafón lo ve todo a traves de una moneda de peseta de las antiguas. Fuera de estas veleidades más propias del METEOSAT que de un escritor digno, ningún rasgo de estilo hay. Tal vez un abuso de la frase corta y del párrafo minúsculo, vicio sin duda heredado de su profesión como guionista de televisión en E.E.U.U. (modestamente, Zafón indica que de sus guiones sólo salvaría unos tres o cuatro, y que el resto le parecen muy malos. No se preocupe, señor Zafón, yo le aseguro que incluso ellos no podrán ser peores que su novela), y ello hace que buena parte del libro parezca más un bosquejo de guión, con acotaciones al estilo "Entra Fulano" o "Se va Mengano", que un texto retóricamente trabado.

Así mismo, tiene graves fallos de modalización en la voz narradora. Veamos, la novela la narra Daniel Sempere en primera persona, y en ello no hay ningún problema... hasta que en la novela se empiezan a intercalar los relatos sobre la vida de Julián. Entonces, la novela pasa a estar narrada en tercera persona (es decir, el narrador está fuera de la historia). Pase que el autor nos crea tan lerdos que esas historias insertas nos las añada en cursiva, no vaya a ser que no nos enteremos de que es una historia contada por un personaje secundario, pero que en esas historias se incluyan acontecimientos que dichos personajes NO HAN PODIDO conocer, es decir, que siendo narradores testigos se comporten como narradores omniscientes, eso tiene un sólo nombre: chapuza.
Y para rematarla, la historia más larga de éstas, las memorias de Nuria Monfort, no se sabe por qué motivo, están contadas en primera persona y sin usar las cursivas. ¿Tal vez porque forman capítulo aparte? No deja de ser una incoherencia grave con el estilo gráfico y modal adoptado por el autor para testimonios anteriores. Añádase que las antedichas memorias llegan a contar sucesos acaecidos en el año 1955, cuando Nuria muere (y Daniel las lee) en 1954, y está todo dicho.

4. Argumento y trama.
Sempere Sr. lleva a Sempere Jr. al Cementerio de los Libros Olvidados como rito iniciático. Resulta que el tal cementerio es un reducto secretísimo y misteriosísimo mantenido por la desconocida secta de "Los libreros de viejo" (que como todo el mundo sabe, se reúnen nocturnales como murciélagos o carbonarios), y en la que almacenan todos los libros olvidados de los lectores y las imprentas para que no se pierdan (imagínense la de libros de César Vidal, Pío Moa o Ana Rosa Quintana que irá a parar allí con el correr de los años). De lo cual se deduce que los libros buenos los venden; de lo que se deduce que en ese edificio sólo guardan ejemplares de José Luis Martin Vigil, Jose María Gironella o Azorín; de lo que se sigue que en la España de posguerra los libreros de viejo nadaban en oro para poder mantener un edificio completo dedicado a guardar tomitos que nadie quiere; de lo que se concluye que para el autor, los libreros son a la sociedad lo que SPECTRA a James Bond.

El rito iniciático obliga a que Jr. escoja un libro, así al azar, como regalo, y que debe ser suyo, personal e intransferible, y debe mimarlo y quererlo como a los amigos que no mantiene o la novia que le falta. Por supuesto, que para qué leches darle tiempo a mirar las baldas, sino obligarle a que escoja a la carrera, que seguro que el azar le deparará un libro hermoso y digno de su aprecio. Y Sempere hijo da con LA SOMBRA DEL VIENTO, libro escrito por Julian Carax (¿han visto?, el libro dentro de sí mismo, ¡qué modernidad, qué artificio!... lástima que Cervantes y Mateo Alemán se le adelantaran a Carlos Ruiz Zafón por cinco siglos). Reconozco que ahí Daniel Sempere tiene suerte, porque bien pudiera haber dado con EL PERIQUILLO SARNIENTO, de Fernández de Lizardi, o el DON JUAN, de Zorrilla, torturas las más crueles que un ser humano puede soportar.

Daniel Sempere hijo se queda fascinado por el libro, y decide buscar más libros del mismo autor, para darse de bruces con un misterio gordo gordísimo, y es que Julián Carax escribió poco, se vendió mal y se conservó peor, y por tanto es dificilísimo hallar ejemplares suyos. Y aquí se acaba la (poca) lógica del argumento y comienzan los dislates.

Para empezar, El Cementerio de los Libros Olvidados, que es un sitio secretísimo (recordemos) está guardada por un anciano encorvado que además le abre la puerta al primero que llama (Daniel Sempere entra sin problemas con su novia, y más adelante, en la novela, ésta vuelve al mismo sitio para saber si Daniel anda por ahí), así que para qué tanto rito y misterio y nocturnidad y alharacas. En dicho edificio los libreros guardan lo mismo libros justamente olvidados de la historia que incunables y primeras ediciones (si ellos mismos no venden los bocados más suculentos para sus negocios, ¿de qué viven? ¿del contrabando?). La novela (y todas las demás de Julián Carax) atrapan inmediatamente a quien las lee, provocándole una suerte de epifanía, y sin embargo, apenas se venden (se ve que, o se tiene vida social, o se lee a Julián Carax, pero ambas condiciones no pueden darse en una misma persona); Sempere padre exhorta a su hijo Daniel a que cuide ese libro y no lo pierda de vista nunca... y lo primero que hace Daniel es leérselo a la ciega Clara y después regalárselo al padre de ella, en el primero de sus brillantes juegos de lógica que tanta coherencia aportan al desarrollo de la novela. Clara, como ya se ha dicho, pasa de Daniel y da en refocilarse con su señor profesor de música (que tiene la misma edad que ella), aunque jamás tocará bien el piano (siempre es difícil enseñar a una ciega a seguir partituras, sobre todo porque la ONCE tiene la desconsideración de no existir por aquellas fechas). Hay lío, el novio de la ciega cruje a bofetadas a Sempere junior, el cual sale a la calle malherido y bien baqueteado, traba conocimiento con un mendigo mugroso, y lo convierte en ayudante de la librería de su padre. Entre medias hay un señor llamado Laín Coubert, que tiene la cara quemada, que quiere comprarle el libro a Daniel, y él se niega, aunque no haya tenido reparos en regalárselo a un librero rival (el padre de Clara) que babea por el dicho libro, a lo que el tal Coubert miró al soslayo, fuese y no hubo nada. Este fair play de Coubert es tanto más notorio teniendo en cuenta que lo que pretende es quemar los libros de Julián Carax, y que en el pasado no tuvo reparos en quemar un almacén entero de libros, llevando a la ruina a una editorial, de paso. Pero se ve que Daniel lo pilla en el día bueno y éste, en lugar de chamuscar a Clara y compañía, se limita a desaparecer entre las sombras como El Fantasma de la Ópera (del cual Coubert copia el spleen y la estética). Fin del prólogo.

El nudo de la novela ocupa la mayor extensión de la misma, y transcurre entre los años 53 y, sobre todo, 54. Daniel ya tiene 17 años, y ahora sabemos que tiene un gran amigo desde la infancia (al que no ve desde antes del prólogo, en el que tenía 12... amistad probada, sin duda) y éste amigo tiene una hermana, a la que Daniel no soporta. Nuestro protagonista está decidido a saber más cosas de Julián Carax, con la inestimable ayuda del discretísimo Fermín. Como no tiene ni repajolera idea de por dónde empezar, decide preguntarle a Isaac, el portero del Cementerio ya que, según el brillante razonamiento de Daniel, todo portero de biblioteca se sabe al dedillo todas las referencias biobibliográficas de TODOS los autores almacenados, que es como decir que un ordenanza de la NASA es un experto en tecnología de satélites. Y, ¡oh, casualidad abracadabrante!, resulta que la hija de Isaac, Nuria Monfort, trabajaba en la editorial que publicaba a Carax y además era una mezcla de amiga/agente literaria del mismo. Tan sólo está el problema de que Nuria no se habla con su padre, y por eso Daniel, brillante estratega, lo primero que hace es irse a casa de la Nurieta (porque el padre y ella no se hablan desde hace años, pero ello no impide que él sepa su dirección) y decir que viene de parte del mismo. Y Nuria, como hace todo el mundo que recibe recomendados de parte de alguien a quien odia, decide darle toda la información que tiene. ¡A eso se le llama llegar y besar el santo! Daniel interroga a Nuria Monfort (e intante tirarse el lance con ella porque, según parece creer Daniel Sempere, si una mujer habla con él bien puede también acostarse con él, en otro destello de su brillante inteligencia). Nuria le da la dirección del padre de Julián Carax (y de paso nos dice que su marido está en la cárcel y tal y pascual, y qué dura es la posguerra para una mujer sola y desamparada en la vida, aunque está avejentada y hermosa al mismo tiempo, no trabaja y nunca ha dejado de ser pobre pero tiene dinero para mantenerse... ¿ustedes lo entienden? Yo tampoco)

Daniel, que en toda la novela no deja de definirse como un pobre diablo ni muy guapo ni muy listo (de lo primero no hay constancia, pero de lo segundo ya nos va dejando sobradas pruebas) desarrolla de repente un encanto apabullante que lo lleva a engatusar a una portera para que le deje ver el piso vacío y abandonado de la familia Carax (recordemos, un piso abandonado cuando en los años 40 la falta de vivienda ahogaba a muchas familias españolas). Eso sí, esta vez Sempere Jr. no asalta sexualmente a la portera, cosa que la sensibilidad de los lectores agradece. De aquí pasa a un bufete de abogados, o mejor dicho, de abogado, porque sólo hay uno, a medio arruinar, y que, cómo no, entre col y col, lechuga, es decir, que de paso que proporciona información sobre la familia Carax divaga sobre las salutíferas propiedades del cotidiano folleteo -previo pago- con fembras placenteras.

Ésta es la mecánica narrativa que se repetirá durante toda la novela: Daniel Sempere encuentra a un testigo que le cuenta muchas cosas, y le remite a otro, que le cuenta otras muchas, que le remite a otro, que le cuenta muchas cosas, y le remite a otro que... Quiere la buena fortuna que, a pesar de que la historia de Carax transcurra en los albores de la Guerra Civil, y varios de los implicados pudiesen pasar por rojos, todos viven sin problemas en Barcelona y a pocas calles de distancia entre sí. Si tenemos en cuenta que al villano, inspector Fumero, se le describe como alguien que lleva años intentando vengarse de Julián Carax y de sus amigos, que planifica sus actos con la meticulosidad de un jugador de ajedrez, y que "tiende su tela como una araña" y luego esperar a que su presa caiga, no se explica que lleve 15 años in albis y que venga un crío de 17 y descubra todo el pastel... a no ser que la treta de Fumero (treta muy hispana) sea sentarse a esperar que venga un bobo y haga todo el trabajo (y si para eso hace falta esperar quince años, pues se espera, que para algo el villano es funcionario público).

Según vamos conociendo la vida de Julián Carax (a quien se nos muestra como alguien dotado de un gran magnetismo personal, aunque jamás se nos dice por qué) más se despeña la novela por el escarpado terreno del folletín barato. Hijo ilegítimo, rechazado y maltratado por su padre putativo (quien, de modo doblemente inexplicable, no sólo repudia a su mujer por su embarazo extramatrimonial cuando YA SABÍA al contraer matrimonio que ella estaba embarazada y no de él, sino que, años después de haberle perdido la pista a ese hijo del pecado, se vuelve súbitamente padre amantísimo y bondadoso que ayuda a Nuria Monfort por ser amiga de ese retoño a quien tanto mal hizo y al que tanto añorará después), Carax es apadrinado por un rico industrial, al que divierte el "desparpajo" del chicuelo (por más que ese desparpajo consista en ser un criajo maleducado), y a resultas de tan inopinado padrinazgo es admitido en un colegio de gente bien. Allí hara varios amigos (tres, en concreto), de los cuales dos le ayudarán durante toda su vida (sin que Carax jamás haga nada por corresponderles la amistad en igual medida), se enemistará con otro y se ganará el odio mortal de un cuarto camarada, el tal Fumero. ¿Y cual es la tragedia de Carax? Que se enamora de la hija del rico industrial, hermana de uno de sus amigos a la que, cómo no, se lleva al catre (porque en esta novela todo el mundo tiene las hormonas revolucionadas), ganándose la enemistad del rico empresario, que resulta que era su padre biológico; la de su tercer amigo, que es hijo del empresario y por tanto viene a ser hermanastro y cuñado de Carax; y el odio mortal de Fumero, enamorado de la susodicha niña, más que nada porque parece ser la única mujer que en vida ha conocido el tal inspector. La chica queda embarazada, el padre la encierra, el hermano se amohína, Julián se larga a París y Fumero mata a sus propios padres (porque es muy malo).

Todo esto se entrevera con la propia vida sentimental de Daniel Sempere, el cual decide enamorarse de la hermana que odia de aquel amigo del alma al que nunca ve. Esa hermana, Bea, que tampoco traga a Daniel Sempere, se reencuentra con él pasados varios años y, aunque él se muestra igual de grosero que en el pasado, ella parece decidir de repente que es el hombre de su vida y así no pasará más de un día y ella ya le está confesando a Daniel que "te amo, te adoro y te compro un loro". Bien es cierto que puestos a escoger, no hay comparación entre ayuntarse con Daniel y quedarse en Barcelona, o irse con su novio alférez a vivir a El Ferrol del Caudillo (que en la novela todavía se llama Ferrol a secas, como en los dichosos tiempos de la República), aunque sea el novio de muy buena familia (porque en España siempre fue particularmente apreciado el rancio abolengo de la nobleza ferrolana, que nunca hubo, dicho sea de paso). Daniel la conquistará por el siempre efectivo procedimiento de invitarla a tomar café con patatas bravas (combinación que llenaría de espanto a Ferrán Adriá) y llevándola al Cementerio de los Libros Olvidados, que a este paso va a recibir más visitas al año que el Museo del Prado. Casualmente, la antigua casa del amor juvenil de Julián Carax es propiedad del padre de Bea, y ésta la usa como casa de citas para dedicarse al carnal trato con sus amantes ocasionales (todos sabemos que la española media de 1940 estaba muy liberada sexualmente). Como de esos polvos vienen estos lodos, Bea también queda embarazada, su padre la encierra, el hermano se amohína y Fumero sigue dando la tabarra de fondo.

¿Se fijan qué analogías entre la historia de Daniel y Julián? Pues no las hay, porque quitando la desafortunada tendencia a pegar el braguetazo de ambos, Daniel no es odiado por su padre, ni Carax es huérfano de madre, ni Daniel va a colegio de pago, ni Carax es librero, ni Daniel escritor, ni éste se tiene que fugar a París, y, sobre todo, Daniel no ha preñado a su hermana, y su problema con el padre de Bea no va más allá de un desflore no bien recibido.
Entremedias, Fumero decide matar a Nuria Monfort, quien ha aprovechado para escribir en apenas dos días unas memorias que tienen en torno a 100 páginas de extensión (si es que el estar desocupada da para mucho); de hecho, dan para tanto que Nuria Monfort muere asesinada en 1954 a manos de Fumero, pero las memorias, que redondean y rematan la historia de Julián Carax, llegan a contar sucesos acaecidos en... ¡1955! Julián, aposentado en París (Francia), amortigua la añoranza tocando el piano en un prostíbulo parisino (nada mejor que llorar por la amada rodeado de furcias en deshabillé). Mientras, en Barcelona (España), su hermanastra embarazada y su hijo mueren durante el parto, el padre y al mismo tiempo suegro de Julián entierra a la hija y al bebé en el sótano, supuestamente para no dar a conocer el escándalo, pero sin embargo ordena crear toda una tumba de granito en dicha dependencia, que a todo esto también servía de bodega. Ya estoy viendo la escena:

Criado: ¿El Señor tomará vino con la cena?
Señor: Tomaré un Chateau Nablis del 21.
Criado: ¿El que está en la quinta botillería a la derecha de la tumba secreta de su hija?
Señor: Ése mismo.

De paso, aprovechamos para saber que Nuria Monfort viaja a París para llegar a un acuerdo de publicación con Julián (el que nunca vende un libro pero al que nunca le falta quien le publique algo), se beneficia repetidas veces al sufrido apátrida, vuelve a España y se entera de que las ediciones de Julián las sufraga Miquel Monfort, amigo de la infancia de Carax y que se siente muy culpable no se sabe bien de qué, y que le publica a modo de desagravio (¿tan malas son las novelas que el darlas a conocer sirve de penitencia?), y entre libro y libro conoce los placeres de la carne en brazos de Nuria y se casan. Julián vuelve a España (porque en la España de los años 40 un español exiliado por razones poco claras y buscado por la policía cruzaba la frontera sin problemas y sin despertar la menor sospecha). Posteriormente Miquel se sacrificará en pro de su amigo Julián Carax, al empeñarse en un tiroteo con la policía con la documentación de su amigo encima, para que cuando muera acribillado crean que quien ha muerto es Julián. Este Miquel, parejo a Daniel Sempere en inteligencia, no parece caer en la cuenta de que Fumero, ya hecho inspector, fue amigo de infancia de ambos y los conoce perfectamente, así que el camelo no cuela. A cambio, Carax, como buen amigo que es, pasa a ocupar su identidad, vivir de incógnito en su piso, y dejarse querer por Nuria. ¡Olé la amistad bien entendida! Fumero, mientras tanto, que se muere de ganas de matar a Julián, sabe que a) Nuria Monfort y su marido han dado refugio a Julián al volver éste a España; b) que el Julián enterrado no es tal, sino Miquel Monfort, c) que Nuria sigue viviendo en su piso con alguien que dice ser su marido muerto, d) que Nuria propala a los cuatro vientos que su marido está en la cárcel. Y sin embargo se queda quieto durante una década y media a ver si viene un tal Daniel Sempere y le desembrolla el enigma. ¿Y éste es el estratega? ¿Ésta es la araña que tiende su tela? ¡El temible Fumero es un ceporro, más tonto que Abundio, el que fue a la vendimia y se llevó uvas para merendar!

Julián Carax no tarda en enterarse del destino aciago de su amada, aunque, caritativamente, nadie le dice que la muerta más que novia, era hermana, y así, imbuyéndose de un autodesprecio súbito decide castigarsea sí mismo dedicándose a buscar y quemar todos los ejemplares de sus libros. Lo primero que hace es prenderle fuego al almacén de la editorial donde trabaja Nuria Monfort, haciendo quebrar la empresa, desempleando a Nuria y desfigurándose él la cara en el proceso (la influencia de la lógica formal Semperil es patente). Sí, lo han adivinado, Laín Coubert es Julián Carax.

¡TRAS QUINIENTAS PÁGINAS, LLEGA EL TREMEBUNDO DESENLACE! En el abandonado palacete de los Aldaya (la familia destrozada por Julián) se refugia Bea, embarazada, Daniel va a buscarla; Julián Carax anda por ahí, no se sabe muy bien por qué, y Fumero llega a continuación, súbitamente inspirado por el Espíritu Santo sobre el paradero de Julián. Como es el desenlace, y es dramático, es de noche, y hay lluvia, y tormenta, y rayos. Fumero hiere a Daniel de un disparo. De repente aparece Julián Carax, que entretanto se ha convertido en Hulk (¡Julián destrozar! ¡Julian romper!), le aplasta la cabeza a uno de los policías que acompaña a Fumero, coje a éste, lo levanta en vilo, lo lanza por los aires y... ¡lo ensarta en el brazo extendido de un ángel de piedra que adornaba el jardín! (y que levante la mano a quien esta muerte le recuerde la del cura en BRAINDEAD). Bea llora mucho sobre Daniel, y Julián desaparece en las sombras mientras musita: "Llamadme... Darkman... digo, Carax."

Daniel se recupera, se casa con Bea, tienen una vida feliz, tienen hijos y nietos, y en 1975 un anciano Daniel lleva a su nieto a el Cementerio de los Libros Olvidados... Claro que, si Daniel tiene 17 años en 1954, se casa en 1955 con dieciocho, en 1975 tiene 38 años... así que difícilmente va a ser abuelo de nada...

Con este último disparate, finaliza LA SOMBRA DEL VIENTO.

Título alternativo: LE SOBRAN LOS LERDOS (todos los personajes, vaya)

domingo, diciembre 31, 2006

LA SOMBRA DEL VIENTO o CORÍN TELLADO meets SAX ROHMER (I)

LA SOMBRA DEL VIENTO, como todo el mundo sabrá a estas alturas, es el gran éxito literario de estos dos últimos años, tanto en ventas (¡nada menos que cincuenta ediciones se han impreso ya!, cosa doblemente meritoria en un país como el nuestro, donde sólo se lee el Marca, y de él, sólo los titulares), así como en la apreciación del público lector, que no para de decir por doquier que es un libro precioso, lleno de sensibilidad, arte, entretenemiento y de otras cosas que desde EL QUIJOTE mismo no se hallaban tan juntas y en tanta cantidad en un volumen. De lo que deduzco dos cosas: 1) que haya tantas ediciones de un libro no nada caro demuestra que en España el dinero se gasta a espuertas y al buen tuntún; 2) que, o yo he leído otro libro, o soy muy ceporro y no encuentro el rico venero de amenidades que de tan magna obra mana, o que la gente tiene el gusto estragado de tanto leer a John Grisham y a Lucía Etxebarría.

Porque LA SOMBRA DEL VIENTO es uno de los mayores bodrios que me he podido echar a los ojos, tan malo que al terminar de leerlo -por pura fuerza de voluntad- no sabía si quemar el libro o arrancarme los ojos con el canto de las tapas de tan malo que es.


1. Ambientación y cronología.
La novela está ambientada en la Barcelona de posguerra, si entendemos posguerra de un modo laxo, ya que la novela abarca nada menos que veinte años, con un prólogo que transcurre a finales de los años 40, un cuepro central que transcurre casi íntegro en el año 54, y un par de epílogos en el año 1955 y 1965 respectivamente. Dos décadas en que la ciudad no cambia porque no se la ve, una ciudad de la que sólo existen un par de calles y el Tibidabo. Tal vez ello se deba a que el autor, aunque barcelonés, lleva muchos años residiendo en el extranjero y no recuerde bien la ciudad, aunque tampoco debe ser demasiado difícil usar un callejero online, digo yo.

Por si ello fuera poco, comete flagrantes errores (como decir que Bogotá es la capital de Venezuela) y anacronismos (en varios foros de Internet se le reprocha que use los nombres modernos de varias calles que en la época de la novela llevaban nombres distintos); entre ellos los más destacables son: 1) que varios personajes hablen en 1954 sobre la salud del camarada Stalin (sí, en la España de Franco, pero ya volveré más adelante sobre ello)... que había fallecido un año antes, en 1953; 2) que Daniel Sempere y Fermín Romero de Torres vayan al cine en 1954 a ver una película de Carole Lombard, actriz fallecida en accidente aéreo 12 años antes; 3) que Fermín se pase la novela (que transcurre en los años 1954-1955) chupeteando caramelos Sugus, una marca que no llegó a España hasta 1961, 4) que en ese mismo año haya tiendas que venden televisores Telefunken, cuando Prado del Rey no comienza a emitir hasta 1956, y la cobertura televisiva no comienza a traspasar los límites de Madrid hasta 1959, 5) o que en uno de los (varios) epílogos, en un banquete nupcial que transcurre en 1955 nadie se sorprenda de que un sacerdote se achispe a base de licor debido al "nuevo clima del concilio en ciernes", refiriéndose sin duda al Concilio Vaticano II, el cual se anunció en... 1959, y cuya primera sesión comenzó en 1962 (y yo juraría que en el Concilio Vaticano no se refrenda la dipsomanía clerical, aunque tal vez el autor esté mejor informado que yo sobre ese extremo).

2. Personajes.
En la caracterización de personajes, así como en el argumento, es donde esta novela, esta obra maestra, este espejo y ejemplo de la moderna novelística, este culmen de la hispana literatura comienza a hundirse más rápido que un "Titanic" cargado de plomo. Los tipos que deambulan por la obra (y nunca mejor dicho, porque no hacen más que irse tropezando de casualidad los unos con los otros) son peleles incoherentes, sin una personalidad definida, que sólo sirven para justificar tal o cual giro abracadabrante de guión. Comenzamos por el protagonista, Daniel Sempere, que nos cuenta la historia en primera persona, y boto a bríos si he visto alguna vez algún protagonista más antipático, vano y voluble que éste protagonista, que una cosa es que el protagonista sea un despojo (véanse los memorables LAZARILLO DE TORMES o BARRY LINDON), y otra cosa es que encima pretenda el autor que le riamos la gracia. Sempere hijo (porque es hijo de otro Sempere, cosa que suele ocurrir a todos los Semperes que en el mundo han sido) es un niñato al que su padre lleva a un lugar oculto llamado El Cementerio de los los Libros Olvidados, que viene a ser una mala mezcla entre La Pedrera de Gaudí, la Biblioteca de Babel de Borges, y la Abadía alpina de Umberto Eco. Su padre, como buen padre, le dice que éste es un lugar secreto, y menos mal que se lo dice, porque lo siguiente que hará "Semperito, el buen hijito" será enseñársela a su primera novia, para ver si hay suerte y cae polvete, que otra cosa no, pero Daniel Sempere, aparte de un tiralevitas y un hipócrita que se dedica a dejar tirados a sus amigos a la primera de cambio (aunque luego llore mucho y se arrepienta), es un rijoso.

Hago una pausa para hacer notar que, si usted quiere ser personaje de Carlos Ruiz Zafón, debe tener alguna perversión sexual, o ser un obseso, o darle al manubrio que es un primor, o follar a todas horas con todo quisqui, porque en esta novela todos, TODOS los personajes se caracterizan, única y fundamentalmente, por sus preferencias a la hora de dedicarse al ayuntamiento carnal. Así, hay chachas lujuriosas, cieguitas lujuriosas, pijas lujuriosas e incestuosas, un protagonista lujurioso, un sidekick cómico lujurioso, un relojero invertido y lujurioso, etc... los únicos que no son lujuriosos en esta novela son el padre del protagonista (porque es un viudito devoto de la memoria de su parienta difunta) y el villano, porque se dedica a torturar detenidos muy a su sabor (o sea, que le gusta el sadismo, así que también cae dentro de la rijosidad generalizada).

Volviendo a Daniel Sempere, es un rijoso que además le tira los tejos a cualquier mujer que se le acerque, comenzando por su temprano amor por la ciega Clara (la cual terminará la novela abandonada y envejecida, porque cometió el pecado de follarse a otro y no hacer caso de Daniel Sempere... y recordemos que Sempere es la voz que nos cuenta toda la trama), aunque este amor no es correspondido, entre otras cosas porque Sempere tiene 12 años y Clara roza ya la veintena, pero ya se sabe, que qué mala es esa veinteañera, que no le hace un favor a un crío de 12, y sin embargo prefiere a uno de su propia edad (y como corresponde a toda buena historia de amor estúpidamente adolescente, el novio de la ciega es guapo, tonto y chuloputas), continuando porque lo primero que hace al conocer a Nuria Monfort (de la que primero nos dice que es una cuarentona con el pelo prematuramente encanecido, ajada por la vida dura, y una página después resulta que todavía es bella, rozagante y hermosa) es intentar besarla en la boca (se ve que al tal Sempere le van maduritas), o rematando con su romance con Bea, la hermana de su mejor amigo (al cual no ve desde los 12 hasta los 17 años... ¡5 años sin verlo ni preocuparse por él! Y menos mal que es su mejor amigo...). Total, para al final echar un sólo polvo mal echado en toda la novela.

El segundo personaje (en importancia) es Fermín Romero de Torres (un mendigo que huye de la policía y se esconde mediante el siempre sagacísimo procedimiento de usar como seudónimos nombres de pintores o toreros), mendigo que es promovido por Sempere hijo de mendicante a colaborador librero y bibliófilo de pro. ¿Por qué? Porque, a los ojos de Daniel Sempere, dormir a la intemperie, beber vino barato (a todo esto, el vino lo bebe como los mendigos de las películas yanquis, de una botella envuelta en papel de estraza) y tener mugre, ronchas y pústulas por todo el cuerpo son señales de supina sabiduría paleográfica. Y gracias a ello, podemos solazarnos en sus interminables parlamentos (porque vociferar durante toda la novela, y expresarse en frases retorcidísimas, alambicadas e inconexas es otro sagacísimo método para despistar a la malvada policía), y ver cómo de vez en cuando sufre raptos de locura furiosa por las pesadillas que le provocan las torturas sufridas en el pasado por el malvado de la novela, el inspector Fumero (el por qué lo tortura, y por qué tanta enemistad le guarda que lo sigue por doquier, nunca se sabrá). Esto último debe ser para que le cojamos cariño al orate rematado de Fermín y vayamos acumulando odio hacia el tal Fumero, más que nada porque raptos de locura sólo le da uno en toda la novela, y bastante al principio, y de ahí en adelante no le vuelve a dar ningún telele ni nada que se le parezca.


El resto de los personajes no dejan de ser episódicas comparsas que están dispuestos estratégicamente para hacer avanzar la novela a trompicones. Sempere padre sólo aparece para esperar a su hijo cuando éste vuelve a altas horas de la madrugada, el cual siempre lo encuentra dormido en un butacón (un padre roncando y babeando sobre la guata del sofá, qué tierna escena familiar), o para suspirar de vez en cuando pensando en la madre muerta, en lugar de ejercer el oficio de padre y darle unas hostias al malcriado de su retoño; Clara, la cieguita lasciva, desaparece después de los primeros capítulos de la novela, y no vuelve a aparecer hasta el final, en un ajuste de cuentas innecesario y gratuito, en la que se contrasta su infelicidad presente con la dicha que embarga a Daniel Sempere; del padre de la misma y de su novio (del de ella, no del padre) nada se sabe durante todo el rato (el padre de Clara, después de 300 páginas de dolce far niente, aparece para dar un providencial refugio y cuidados a Daniel y a Fermín, porque en la España de los años 40 bastaba con decir que te perseguía la Brigada de lo Político-Social para que miles de manos desconocidas se tendieran para darte ayuda y cobijo); Fumero es la versión cazallera de un Fu-Manchú de medio pelo (tortura y planea complicados y retorcidos planes para alcanzar sus fines, por más que, como luego veremos, al ser español, eso de planear no se le da muy bien), y así todos y cada uno de los personajes. Sólo sirven para dar información a Daniel Sempere y desaparecer poco después.

domingo, septiembre 24, 2006

LA NOCHE DE LOS GIRASOLES

Aunque parezca mentira, es posible reconciliarse con el cine español. Tan deplorable es su situación actual que la presencia de cualquier película, no ya meritoria, sino meramente competente, provoca el alborozo y algazara de los sufridos cinéfilos de (en) este país; sí, esos que, aunque a veces piensen que el buen cine en España ha desaparecido con EL SOL DEL MEMBRILLO, siguen esperando con devoción la aparición de esa película hispana que borre el amargor de hinchados y putrefactos mamotretos como ALATRISTE o TIRANTE EL BLANDO (pun intended).
Porque esta película, LA NOCHE DE LOS GIRASOLES, es eso, una obrilla competente, no mal llevada y con algunas actuaciones de relumbrón. Si buscan críticas por Internet, podrán comprobar cómo la mayor parte entona loas y ditirambos tildándola de gran obra maestra (hay excepciones, yo soy una :-DDD ). Excesos del entusiasmo de ver que en España todavía hay algún director que PIENSA.
Pero, se preguntarán Vds., ¿en qué consiste la película? Poco se puede contar sin eliminar con ello las sorpresas o giros de guión, así que me limitaré a parafrasear su sinopsis: Dos espeleólogos llegan a un pueblecito (de Ávila, se nos dice en la nota de prensa, aunque en ningún momento se indica la provincia ni el nombre de la localidad) para explorar una cueva que ha hallado un lugareño, acompañados de la novia de uno de ellos; cuando salen de explorar la cueva, se encuentran con que esta chica ha sido agredida y casi violada, de vuelta al pueblo ella cree reconocer a su agresor en un campesino que pasa por la zona y... Hasta aquí puedo leer, que diría Mayra Gómez Kemp.
A partir de aquí se desarrolla una historia de venganza, secretos ocultos, relaciones envenenadas entre algunos habitantes del pueblo, decisiones salomónicas... aunque nada hay muy novedoso o diferente. Aunque la historia se ve con agrado, da impresión de que al guión le falta densidad; es como el armazón de una construcción que, aunque deja prever unas líneas armoniosas, no es todavía un edificio completo. Vaya en descargo que el guionista y director, Sánchez-Cabezudo, se curtió como escritor en la infame AL SALIR DE CLASE, así que bastante ha mejorado desde tan infaustos comienzos.
Otro punto difícil de digerir es el excesivo uso del azar como deus ex machina que justifica buena parte de las peripecias del guión, aunque según avanza la película uno se percata de que el azar es precisamente la pauta dominante en la vida de todos los personajes, principales y secundarios, que se entrecruzan por la película: la noción de que nadie es dueño de su destino, y de que éste, la vida, o el universo, no son morales, que no hay ningún castigo esperando a la vuelta de la esquina al malvado, ni una ayuda de última hora que libre y justifique a los inocentes.
Por eso esta película, que se centra tanto en los personajes, en sus reacciones, en sus sentimientos, necesita un reparto que esté a la altura, y es aquí dónde la película falla estrepitosamente, devaluando lo que podría haber sido un notable a un aprobado (alto, sí, pero aprobado). Los protagonistas son: como novia asaltada y violada Jane Diakahte (creo haberlo escrito bien), que sí, es muy guapa, está muy buena, pero es menos expresiva que un tarugo de madera (amén de ser su personaje de los peor dibujados en toda la película); como espeleólogo novio de la primera Carmelo Gómez (del que lo mejor que se puede decir es que intenta poner caras... y falla estrepitosamente); y como segundo espeleólogo el horrible, horripilante, vergonzoso, nefasto, ridículo, negado, inexpresivo, infumable, bochornoso Mariano Alameda (ex-niño mono de Al salir de clase, gay reprimido en Aquí no hay quién viva, y el peor Tenorio que se ha paseado jamás sobre las tablas de un escenario), del cual no podemos decir ni que actúe, porque no es actor ni nada, es un pedazo de carne que declama (mal) sus frases. Su personaje podría haber desaparecido de la película y no se hubiese echado en falta.
Como viene siendo habitual en el cine español, los buenos intérpretes se lucen y hay que buscarlos en los roles secundarios (porque sólo les dan esos papeles, dicho sea de paso); aquí podemos destacar como Cecilio -un huraño campesino con un complejo de Edipo sin superar- a Cesáreo Estébanez (que demuestra, en sus escasos minutos de pantalla, que es un actor mucho mejor de lo que jamás le dejaron demostrar en FARMACIA DE GUARDIA o MENUDO ES MI PADRE), Celso Bugallo como un cabo de la Guardia Civil que en el tramo final se revela como un nuevo Plinio (el castizo policía creado por Francisco García Pavón) o, si prefieren Vds. una referencia más ?modelna? y menos castiza, un Grissom verde oliva sin microscopio pero con mucho más sentido común que ese repelente yanqui; y por último el gran descubrimiento de la película, el uruguayo Walter Vidarte, que encarna al loco del pueblo, único vecino y único enemigo (o tal vez amigo) de Cecilio. A medio camino se queda Vicente Romero, un actor que impresionó en su debut como ?El Maquea? en PADRE CORAJE, pero que aquí parece incapaz de decidir si su personaje es un desalmado, un pobre hombre atrapado por una vida que no le gusta y por un pueblo al que no pertenece, o un cínico caradura.
Tal vez esta crítica parezca muy dura, ya que se centra en los aspectos negativos de la película, pero la película en sí no es mala, pero es una pena que una película bien dirigida (aunque le rogamos a su director que deje de emplear parientes como actores secundarios; su hermano está horrible, y eso que apenas tiene peso en la película, gracias a Dios), con un guión bien estructurado, una fotografía notable y un montaje destacable, pierda en la memoria del espectador porque no se ha sabido dar con unos actores que pudiesen dar entidad y convicción al trío protagonista.
En resumen, no es una obra maestra, pero es una película competente y bien ejecutada. Si tienen la oportunidad de verla, o de escoger entre LA NOCHE DE LOS GIRASOLES o PIRATAS DEL CARIBE 2, vayan a ver la primera. Al menos no se sentirán estafados ni insultados, y saldrán del cine con la agradable sensación de las cosas bien hechas.

Postdata: Colleja adicional para el título, LA NOCHE DE LOS GIRASOLES, porque ni la trama transcurre en una sola noche, ni mucho menos pintan nada los girasoles. Del mismo modo podrían haberla titulado EL OCASO DE LOS ÁCIDOS GRASOS POLIINSATURADOS, o EL AMANECER DE LAS MARSOPAS AUSTRALES.

Título alternativo: LA NOCHE DE LOS MALOS ACTORES (PRINCIPALES).