domingo, diciembre 31, 2006

LA SOMBRA DEL VIENTO o CORÍN TELLADO meets SAX ROHMER (I)

LA SOMBRA DEL VIENTO, como todo el mundo sabrá a estas alturas, es el gran éxito literario de estos dos últimos años, tanto en ventas (¡nada menos que cincuenta ediciones se han impreso ya!, cosa doblemente meritoria en un país como el nuestro, donde sólo se lee el Marca, y de él, sólo los titulares), así como en la apreciación del público lector, que no para de decir por doquier que es un libro precioso, lleno de sensibilidad, arte, entretenemiento y de otras cosas que desde EL QUIJOTE mismo no se hallaban tan juntas y en tanta cantidad en un volumen. De lo que deduzco dos cosas: 1) que haya tantas ediciones de un libro no nada caro demuestra que en España el dinero se gasta a espuertas y al buen tuntún; 2) que, o yo he leído otro libro, o soy muy ceporro y no encuentro el rico venero de amenidades que de tan magna obra mana, o que la gente tiene el gusto estragado de tanto leer a John Grisham y a Lucía Etxebarría.

Porque LA SOMBRA DEL VIENTO es uno de los mayores bodrios que me he podido echar a los ojos, tan malo que al terminar de leerlo -por pura fuerza de voluntad- no sabía si quemar el libro o arrancarme los ojos con el canto de las tapas de tan malo que es.


1. Ambientación y cronología.
La novela está ambientada en la Barcelona de posguerra, si entendemos posguerra de un modo laxo, ya que la novela abarca nada menos que veinte años, con un prólogo que transcurre a finales de los años 40, un cuepro central que transcurre casi íntegro en el año 54, y un par de epílogos en el año 1955 y 1965 respectivamente. Dos décadas en que la ciudad no cambia porque no se la ve, una ciudad de la que sólo existen un par de calles y el Tibidabo. Tal vez ello se deba a que el autor, aunque barcelonés, lleva muchos años residiendo en el extranjero y no recuerde bien la ciudad, aunque tampoco debe ser demasiado difícil usar un callejero online, digo yo.

Por si ello fuera poco, comete flagrantes errores (como decir que Bogotá es la capital de Venezuela) y anacronismos (en varios foros de Internet se le reprocha que use los nombres modernos de varias calles que en la época de la novela llevaban nombres distintos); entre ellos los más destacables son: 1) que varios personajes hablen en 1954 sobre la salud del camarada Stalin (sí, en la España de Franco, pero ya volveré más adelante sobre ello)... que había fallecido un año antes, en 1953; 2) que Daniel Sempere y Fermín Romero de Torres vayan al cine en 1954 a ver una película de Carole Lombard, actriz fallecida en accidente aéreo 12 años antes; 3) que Fermín se pase la novela (que transcurre en los años 1954-1955) chupeteando caramelos Sugus, una marca que no llegó a España hasta 1961, 4) que en ese mismo año haya tiendas que venden televisores Telefunken, cuando Prado del Rey no comienza a emitir hasta 1956, y la cobertura televisiva no comienza a traspasar los límites de Madrid hasta 1959, 5) o que en uno de los (varios) epílogos, en un banquete nupcial que transcurre en 1955 nadie se sorprenda de que un sacerdote se achispe a base de licor debido al "nuevo clima del concilio en ciernes", refiriéndose sin duda al Concilio Vaticano II, el cual se anunció en... 1959, y cuya primera sesión comenzó en 1962 (y yo juraría que en el Concilio Vaticano no se refrenda la dipsomanía clerical, aunque tal vez el autor esté mejor informado que yo sobre ese extremo).

2. Personajes.
En la caracterización de personajes, así como en el argumento, es donde esta novela, esta obra maestra, este espejo y ejemplo de la moderna novelística, este culmen de la hispana literatura comienza a hundirse más rápido que un "Titanic" cargado de plomo. Los tipos que deambulan por la obra (y nunca mejor dicho, porque no hacen más que irse tropezando de casualidad los unos con los otros) son peleles incoherentes, sin una personalidad definida, que sólo sirven para justificar tal o cual giro abracadabrante de guión. Comenzamos por el protagonista, Daniel Sempere, que nos cuenta la historia en primera persona, y boto a bríos si he visto alguna vez algún protagonista más antipático, vano y voluble que éste protagonista, que una cosa es que el protagonista sea un despojo (véanse los memorables LAZARILLO DE TORMES o BARRY LINDON), y otra cosa es que encima pretenda el autor que le riamos la gracia. Sempere hijo (porque es hijo de otro Sempere, cosa que suele ocurrir a todos los Semperes que en el mundo han sido) es un niñato al que su padre lleva a un lugar oculto llamado El Cementerio de los los Libros Olvidados, que viene a ser una mala mezcla entre La Pedrera de Gaudí, la Biblioteca de Babel de Borges, y la Abadía alpina de Umberto Eco. Su padre, como buen padre, le dice que éste es un lugar secreto, y menos mal que se lo dice, porque lo siguiente que hará "Semperito, el buen hijito" será enseñársela a su primera novia, para ver si hay suerte y cae polvete, que otra cosa no, pero Daniel Sempere, aparte de un tiralevitas y un hipócrita que se dedica a dejar tirados a sus amigos a la primera de cambio (aunque luego llore mucho y se arrepienta), es un rijoso.

Hago una pausa para hacer notar que, si usted quiere ser personaje de Carlos Ruiz Zafón, debe tener alguna perversión sexual, o ser un obseso, o darle al manubrio que es un primor, o follar a todas horas con todo quisqui, porque en esta novela todos, TODOS los personajes se caracterizan, única y fundamentalmente, por sus preferencias a la hora de dedicarse al ayuntamiento carnal. Así, hay chachas lujuriosas, cieguitas lujuriosas, pijas lujuriosas e incestuosas, un protagonista lujurioso, un sidekick cómico lujurioso, un relojero invertido y lujurioso, etc... los únicos que no son lujuriosos en esta novela son el padre del protagonista (porque es un viudito devoto de la memoria de su parienta difunta) y el villano, porque se dedica a torturar detenidos muy a su sabor (o sea, que le gusta el sadismo, así que también cae dentro de la rijosidad generalizada).

Volviendo a Daniel Sempere, es un rijoso que además le tira los tejos a cualquier mujer que se le acerque, comenzando por su temprano amor por la ciega Clara (la cual terminará la novela abandonada y envejecida, porque cometió el pecado de follarse a otro y no hacer caso de Daniel Sempere... y recordemos que Sempere es la voz que nos cuenta toda la trama), aunque este amor no es correspondido, entre otras cosas porque Sempere tiene 12 años y Clara roza ya la veintena, pero ya se sabe, que qué mala es esa veinteañera, que no le hace un favor a un crío de 12, y sin embargo prefiere a uno de su propia edad (y como corresponde a toda buena historia de amor estúpidamente adolescente, el novio de la ciega es guapo, tonto y chuloputas), continuando porque lo primero que hace al conocer a Nuria Monfort (de la que primero nos dice que es una cuarentona con el pelo prematuramente encanecido, ajada por la vida dura, y una página después resulta que todavía es bella, rozagante y hermosa) es intentar besarla en la boca (se ve que al tal Sempere le van maduritas), o rematando con su romance con Bea, la hermana de su mejor amigo (al cual no ve desde los 12 hasta los 17 años... ¡5 años sin verlo ni preocuparse por él! Y menos mal que es su mejor amigo...). Total, para al final echar un sólo polvo mal echado en toda la novela.

El segundo personaje (en importancia) es Fermín Romero de Torres (un mendigo que huye de la policía y se esconde mediante el siempre sagacísimo procedimiento de usar como seudónimos nombres de pintores o toreros), mendigo que es promovido por Sempere hijo de mendicante a colaborador librero y bibliófilo de pro. ¿Por qué? Porque, a los ojos de Daniel Sempere, dormir a la intemperie, beber vino barato (a todo esto, el vino lo bebe como los mendigos de las películas yanquis, de una botella envuelta en papel de estraza) y tener mugre, ronchas y pústulas por todo el cuerpo son señales de supina sabiduría paleográfica. Y gracias a ello, podemos solazarnos en sus interminables parlamentos (porque vociferar durante toda la novela, y expresarse en frases retorcidísimas, alambicadas e inconexas es otro sagacísimo método para despistar a la malvada policía), y ver cómo de vez en cuando sufre raptos de locura furiosa por las pesadillas que le provocan las torturas sufridas en el pasado por el malvado de la novela, el inspector Fumero (el por qué lo tortura, y por qué tanta enemistad le guarda que lo sigue por doquier, nunca se sabrá). Esto último debe ser para que le cojamos cariño al orate rematado de Fermín y vayamos acumulando odio hacia el tal Fumero, más que nada porque raptos de locura sólo le da uno en toda la novela, y bastante al principio, y de ahí en adelante no le vuelve a dar ningún telele ni nada que se le parezca.


El resto de los personajes no dejan de ser episódicas comparsas que están dispuestos estratégicamente para hacer avanzar la novela a trompicones. Sempere padre sólo aparece para esperar a su hijo cuando éste vuelve a altas horas de la madrugada, el cual siempre lo encuentra dormido en un butacón (un padre roncando y babeando sobre la guata del sofá, qué tierna escena familiar), o para suspirar de vez en cuando pensando en la madre muerta, en lugar de ejercer el oficio de padre y darle unas hostias al malcriado de su retoño; Clara, la cieguita lasciva, desaparece después de los primeros capítulos de la novela, y no vuelve a aparecer hasta el final, en un ajuste de cuentas innecesario y gratuito, en la que se contrasta su infelicidad presente con la dicha que embarga a Daniel Sempere; del padre de la misma y de su novio (del de ella, no del padre) nada se sabe durante todo el rato (el padre de Clara, después de 300 páginas de dolce far niente, aparece para dar un providencial refugio y cuidados a Daniel y a Fermín, porque en la España de los años 40 bastaba con decir que te perseguía la Brigada de lo Político-Social para que miles de manos desconocidas se tendieran para darte ayuda y cobijo); Fumero es la versión cazallera de un Fu-Manchú de medio pelo (tortura y planea complicados y retorcidos planes para alcanzar sus fines, por más que, como luego veremos, al ser español, eso de planear no se le da muy bien), y así todos y cada uno de los personajes. Sólo sirven para dar información a Daniel Sempere y desaparecer poco después.

7 Comments:

At 8:10 p. m., diciembre 31, 2006, Anonymous Anónimo said...

Cona, que estamos hablando de un libro que se ha vendido en cantidades industriales en el país de Lidia Lozano, Ramón García, Torrente, Rodríguez Menéndez y el "Hola". Lo verdaderamente sorprendente hubiera sido que fuese potable. :P

 
At 8:24 a. m., enero 01, 2007, Blogger Wannabegafapasta said...

Se te olvida añadir que es un libro que tiene éxito en el país cuya única revista popular sobre literatura es QUÉ LEER, que es a la verdadera crítica literaria lo que el FOTOGRAMAS al cine. :-PPP

 
At 3:55 p. m., diciembre 28, 2007, Anonymous Anónimo said...

esto.... mira tu que bien te has leido el libro, (wannabegaffapasta), que entre los grandes errores que leo en tu crítica, está el que Clara Barceló no tenía padre. Su padre se quedó en Barcelona cuando su madre y ella se exiliaron en París durante la guerra civil. Su padre entró en en montjuic y nunca salió. Lo mataron. Y cuando la madre de Clara Barceló murió al poco de regresar a Barcelona, su tío, el señor Barceló, fue el que se hizo cargo de Clara.
Daniel Sempere no le regaló el libro al señor Barceló, sino a Clara Barceló (que me parece muy despectivo que le llames la cieguita esa lasciva, porque no deja de ser un personaje más). Pues Daniel Sempere estaba locamente enamorado de esa chica, que, sí que es cierto que, le sacaba el doble de su edad. Pero creo que todos los que hemos tenido alguna vez una vida social y una infancia, nos hemos podido llegar a "enamorar" con la inocencia de un preadolescente de una persona más mayor que nosotros y venerarlo de una manera casi idólatra. No olvidemos que Sempere es un crío cuando le regala el libro a Clara Barceló y está más que justificado todas las tonterías que se hacen de crío.

Hay muchos errores que bien indican que tú, más preocupado/a en
despotricar por Dios sabe qué acerca de la obra, tampoco es que hayas prestado mucha atención. El último error, al cual tú calificas como disparate y mira por donde, el que lo cometes eres tú mismo/a, es que Daniel Sempere lleva a su hijo al cementerio de los libros olvidados, y por el camino repite la entrañable escena que él mismo vivió a la edad de su hijo, solo que ,esta vez, la madre (Bea) está viva.


Y bueno, la verdad es que el libro está escrito y publicado para la gente que lo quiera leer. A mi, el señor Carlos Ruíz Zafó me parece un gran escritor. Y a parte de las historias que , en ocasiones, sí que pueden parecer cortadas por el mismo patrón, me engancha su forma de contarte la historia y de envolverte con ese mundo.

Yo, sin querer llegar a entrar en descalificativos (mi buena madre siempre me ha dicho que cuando las cosas a decir no son agradables es mucho mejor guardar silencio), me parece que nadie te obligó a leerte el libro. Hay millones de lectores que han quedado encantandos con esta obra. Al fin y al cabo muchas obras comparten tintes con otras.

Y bueno, no te voy a discutir que algún error en la cronología puede que tenga.

Pero una mujer castigada por la vida aún puede conservar la belleza. Claros ejemplos puedes ver en tu alrededor. Y bueno, la vida tiene sus momentos picantes, sea la epoca que sea, el ser humano lleva hacieno lo mismo años.


un beso.

 
At 2:04 p. m., octubre 16, 2008, Anonymous Anónimo said...

No tengo paciencia para leer el precedente comentario, y la verdad tampoco me he leido toda tu critica porque me ha bastado leerla en diagonal para entender que estoy infinitamente de acuerdo contigo.
Menudo culebron indigesto, todavia estoy con la resaca.He dejado mi comentario en el blog de Regina Irae que no se si lo editara.Enfin repito si no te importa para darme el gusto lo que en el escribia con mucho menos talento que tu .En pocas palabras: la carencia de caracter propio del personaje Daniel (por no nombrar mas que a él,ya que se supone que todo se trama por su capricho)que aparece tan insulso ,pedante,cobarde como heroico, templado,valiente segun le convenga al escritor y que lo que mas me preocupa en definitiva es el exito mundial de la novela lo cual demuestra el infantilismo en el cual ha caido la humanidad,en definitiva una novela para adolescentes que comparandola con Harry Potter no tiene ni color.

 
At 3:28 p. m., septiembre 16, 2010, Anonymous Eduardo said...

Lo terminé de leer ayer a la noche. Me pareció entretenido. Es cierto que tiene muchos errores (el de Bogotá en Venezuela me pareció el más sorprendente) pero no afectan a la esencia de la novela. Está bien para pasar el rato, no para presumir de intelectual.

 
At 10:02 p. m., mayo 22, 2013, Blogger Alvaro said...

N dice Bogotà Venezuela, dice Bogotá-Bolivia.

 
At 5:13 p. m., marzo 18, 2017, Blogger gloria said...

Es cierto, nadie te obliga a leer un libro, pero cuando leés críticas tan buenas te " pica" el bichito de la curiosidad. Yo lo leí sólo por eso; me costó una eternidad terminarlo ( leo un libro en 2 días), éste me llevó casi tres semanas, y es que lo seguí porque creí que en algún momento el libro se " transformaría" en algo impactante.A mi gusto es mediocre, y los errores históricos y geográficos no se los puedo perdonar ni a él ni a los editores, quienes se suponen tienen correctores, eso me indica que muy pocos de ellos leyeron el libro o son todos ignorantes ( cosa que dudo). Conclusión: ya no leeré nada más de este autor que llena sus bolsillos de dinero escribiendo sobre lo que no sabe, sin investigar un poco, y que utiliza un lenguaje retorcido que no tiene sentido.

 

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